Traductor

jueves, 12 de marzo de 2009

Ecos de una masacre


Ayer, 11 de marzo, se cumplieron cinco años desde la masacre en Madrid, perpetrada por los terroristas. A pesar de ello, aún viven en libertad muchos de los culpables sin haber pagado su horrendo crimen. ¿La sociedad española se ha olvidado ya de la magnitud de aquella matanza? Parece como si todos tuviéramos prisa en olvidar lo sucedido y no hablar sobre ello, a juzgar por el silencio que hay, en general, y que parece querer borrar, a fuerza de no nombrarlo, ese trágico día del calendario y de las conciencias de todos. Y las víctimas, muertos, heridos, familiares que aún lloran y se preguntan por qué pasó, ¿podrán olvidar algún día la tragedia que les cambió su vida?

Otras matanzas del día


Además, hoy otro suceso luctuoso ha llenado de horror y sangre un instituto alemán de la pequeña ciudad de Winnenden, cerca de Stuttgart, un antiguo alumno, Tim Kretschmer, cuando ha disparado contra alumnos y profesores de dicho instituto, en el que fue alumno tiempo atrás, matando a quince personas: doce alumnos y tres profesores.

Anteriormente, el asesino había sido expulsado de dicho centro educativo por tener un carácter antisocial.

En la persecución mató a un viandante e hirió a dos policías y mató a otras dos personas cuando se vio acorralado en un aparcamiento de una localidad cercana. El asesino se suicidó poco después.

Habría que preguntarse qué está sucediendo en esta sociedad occidental en la que abundan estos casos de violencia extrema protagonizados por adolescentes o jóvenes a los que parece no faltarles nada –concretamente, el adolescente protagonista de esta noticia es hijo de una familia acomodada, sin problemas de marginación, económicos o sociales-. Sin embargo, el problema puede ser más profundo: carencia de lazos afectivos familiares fuertes, problemas psicológicos, incomunicación, soledad afectiva y tantos otros que pueden producir, en ese rico caldo de cultivo, verdaderos monstruos que terminan poniendo fin a sus problemas con armas y dejando una ristra de muertos y heridos, además de muchas familias destrozadas por la sinrazón de la conducta de estos adolescentes atormentados y con crisis de identidad.

Es como para hacernos pensar que algo no funciona en esta sociedad, y ese mal se transmite a las mentes de unos chicos que, por falta de madurez o exceso de bienestar material, pero no así psicológico, no consiguen encontrar el equilibrio que les permita llegar a adultos con una mente sana, a pesar de problemas y dificultades que todos, jóvenes y adultos, padecemos a lo largo de la vida.

Además de reflexionar, habría que poner remedio a una plaga que se está extendiendo por toda Europa, sin mencionar a los EE:UU. donde este tipo de matanzas indiscriminadas forma parte ya de la cultura yanqui como un mal necesario que trae consigo la facilidad para tener al alcance armas de fuego y, por ello, la posibilidad de ser utilizadas de forma no defensiva, sino asesina.

El joven alemán tenía en su casa, propiedad de su padre, más de dieciocho armas de fuego con las licencias respectivas, lo que pone en evidencia que la permisividad en esos temas hace realidad lo que dice el viejo refrán de que las armas las carga el diablo. Por eso, los chicos que las tienen a su alcance y forman parte de su cultura, terminan usándolas, antes o después, porque cansados de tirar al blanco inmóvil e inanimado, prefieren elegir el blanco móvil, indefenso y seguro que suponen los ciudadanos normales que se ven asaltados, sorprendidos y tiroteados por el joven problemático, cuando no psicópata, pero siempre fuertemente armado, que se dedica a la caza indiscriminada de quien se le pone al alcance de su arma, aburrido ya de practicar con ellas el tiro al blanco, pero sin conseguir derramar sangre que es, al fin y al cabo, la victoria de todo cazador, de todo aquel que piensa que el arma le da poder, seguridad y confianza ante los demás, esos otros a los que ya ha decidido convertirlos en víctimas propiciatorias de su propia locura.


Además, en alabama, Estados Unidos, un hombre ha matado a diez personas y después se ha suicidado. Entre las víctimas de cuenta su propia madre a la que, después de asesinarla a tiros, la colocó en un sofá y le prendió fuego.


Parece ser que este tipo de asesinos en serie se están convirtiendo en una noticia constante, lo que le quita, por la habitualidad, ese signo de horror que encierran los propios hechos en sí que demuestran, una vez más, que todos estamos a merced de cualquier trastornado o psicópata que pueda salir a la calle, un mal día, con el propósito sinniestro de matar indiscriminadamente a quien se cruce en su camino, en ese camino fatal que lleva a la víctima hasta su propio final por haberse interpuesto entre el asesino y su propósito homicida.


Para reflexionar, para preocuparse y para temblar.