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viernes, 25 de enero de 2013

Un ministro de Finanzas deslenguado



Taro Aso, ministro de Finanzas de Japón.


por Ana Alejandre

            Que la prensa nos ofrece a diario noticias sorprendentes, muchas de ellas terribles y siniestras; esperpénticas, otras; indignantes. muchas, y cómicas las menos, es de todos sabido; pero las declaraciones del ministro de Finanzas japonés, Taro Aso, que aparecieron en la prensa (El Mundo/Mundo, 22/01/2013),rayan en lo increíble por el cinismo, la crueldad y la falta de respeto y de humanidad que ha demostrado el responsable de las finanzas niponas hacia todos sus compatriotas mayores de 65 años, en particular, y al resto de la  población, en general.
            Sin tener ningún recato, el mencionado político nipón ha aconsejado a sus compatriotas mayores de 65 años, que "se den prisa en morir", para no convertirse así en una carga para la economía del Japón, país que también atraviesa por una fuerte crisis, debida a la recesión económica que sufre. Estas declaraciones que han sido, además de inoportunas, improcedentes y fuera de lugar, han despertado las iras de sus compatriotas, porque la cultura japonesa es especialmente atenta al cuidado  y respeto de los mayores tradicionalmente. Además, de sus 128.000.000 de ciudadanos, la cuarta parte supera ya los 60 años, porcentaje que aumentará hasta un  40% en los próximos 50 años.
            La frase del político japonés no tiene desperdicio alguno: "Dios no quiera que ustedes se vean obligados a vivir cuando quieran morir. Yo me despertaría sintiéndome mal sabiendo que todo [el tratamiento] está pagado por el Gobierno", dicha en una reunión del Consejo Nacional sobre la reforma de la Seguridad Social y de la que se hace eco el periódico británico "The Guardian". Por si no había quedado suficientemente claro cuáles eran sus ideas sobre esta cuestión, añadió: "El problema no se resolverá a menos que ustedes se den prisa en morir".
            Hay que añadir que dicho político tiene 72 año, pero no se siente aludido por esa urgencia en morir que le aconseja a sus compatriotas mayores en la actualidad, y a los que en el futuro rebasen esa edad por lo que se sentirán ahora igualmente amenazados, porque es uno de los hombres más ricos de Japón. Ha afirmado que no está de acuerdo con los cuidados paliativos y ha escrito una nota advirtiendo a su familia que no prolongue su vida artificialmente con cuidados, en caso de llegarle el momento.
            Pero ahí no queda la sarta de despropósitos que ha podido decir sobre una cuestión tan sumamente delicada como es el cuidado de los mayores y enfermos, porque calificó como "gente de tubo" a los ancianos que no pueden alimentarse por sí mismos, y alegó que esos cuidados cuestan muchas decenas de millones de yenes cada año a la Administración nipona, por la costosa la atención que se le da a uno de esos enfermos que no se valen por sí mismos.
            Los japoneses se ha sentido dolidos e insultados por tales declaraciones de su ministro de Finanzas, ya que existen más de 678.000 hogares nipones en los que hay un mayor de 65 años, o aún mayores, lo que supone un 40% del total de los hogares japoneses. También ha aumentado el número de ancianos que mueren solos, pues el número de ellos que vivían en completa soledad es de 4.500.000, en 2010, y el número de los que murieron en sus hogares ha ascendido un 61% entre 2003 y 2010.
            El ministro deslenguado ha intentado aclarar sus palabras posteriormente, pero no es la primera vez que ha manifestado desprecio hacia los mayores de 65 años, calificándolos como  "chochos", y advirtiendo a los pensionistas  de que, según él ministro, deben cuidar más de su salud. Naturalmente, no se preocupa por el bienestar de los mayores en plan altruista, sino para ahorrar todo lo posible los gastos que originan el cuidado de las personas mayores, cosa que a él no le preocupa demasiado por su inmensa fortuna.
            Naturalmente, estamos todos acostumbrados a frases lapidarias e inoportunas de los políticos en todos los países, pero las frases del ministro de Finanzas japonés se pasa de la raya, hablando con desprecio y considerando como verdaderos estorbos y caros de mantener vivos a quienes han dedicado sus vidas a crear riqueza para su país, en sus respectivos trabajos y ocupaciones, convirtiéndolo en uno de los países más florecientes económicamente del mundo después de la II Guerra Mundial.
            Estas declaraciones hacen recordar una terrible costumbre medieval del Japón que se extendió hasta el siglo XIX, cuando en épocas de hambrunas,  en las que los hijos con padres a su cargo y con pocos recursos y menos escrúpulos aún, llevaban a sus mayores al monte Fuyiyama, especialmente al bosque de Aokigahara que está en las faldas del mismo, para que murieran allí de frío, inanición y terror, al sentirse abandonados. Ese bosque se ha convertido en las últimas décadas en un lugar preferido para los suicidas  japoneses, por lo que existen cuadrillas de vigilancia que recorren la gran extensión ocupada por dicho bosque para recoger los cuerpos de los desventurados suicidas que escogen el lugar, por su silencio y retiro, para despedirse de este  mundo.
            Habría que preguntarse que si un personaje con tanto sentido "práctico" como es el ministro de Finanzas nipón. se conformará con aconsejar a los mayores de 65 años "que tengan prisa en morir", y no aconsejará también que se practique la eutanasia con enfermos terminales de cualquier edad, por el alto coste que puedan tener los cuidados paliativos que necesitan esos enfermos; al igual que aconsejaría lo mismo para que se eliminaran a los discapacitados físicos y psíquicos, por iguales motivos económicos y su falta de productividad; al igual que a los dementes, etc., lo que recuerdan ciertas terribles prácticas eugenésicas que llevaban a cabo los nazis en la primera mitad del pasado siglo.
            Cómo es posible que un país con la sensibilidad y culto a los mayores, con la atención a la familia y sus necesidades, no exige la dimisión fulminante de un político de tal catadura que puede llegar a decir públicamente semejantes atrocidades sin que se le caiga la cara de vergüenza, considerando a quienes son de igual o menor edad que él mismo, un estorbo que convendría que desapareciera pronto, por no tener la inmensa fortuna que él posee, la falta de escrúpulos que demuestra y su innegable cariz de sátrapa para el que los seres humanos importan mientras son productivos y rentables, y dejan de tener valor alguno cuando se convierten en seres enfermos, ancianos, pero igualmente humanos y necesitados de cuidados, amor y comprensión, sin olvidar que también necesitan recibir un mínimo de agradecimiento por haber contribuido, cada uno en su medida y capacidad, al levantamiento de un país que quedó en la ruina moral y económica después de la II Guerra Mundial, y al que hicieron levantarse y convertirse en una primera potencia mundial a fuerza de lucha, coraje, esfuerzo y sacrificio.
            Lo que está sobrando en Japón, como en cualquier otro país, no son los ancianos, los pensionistas, los enfermos, los disminuidos físicos y psíquicos, es decir la población no rentable por edad o condición física, sino los políticos desalmados, inhumanos y que, a fuerza de mirar sólo por  las finanzas y sus servidumbres, confunde el valor de una vida humana con el precio a pagar para conservarla con dignidad.
             Individuos como éste en cualquier Gobierno son los que deberían tener prisa en dimitir o ser cesados fulminantemente, porque son una vergüenza para un pueblo tener dignatarios con tan poca dignidad y menos escrúpulos y por eso se la quieren arrebatar a sus compatriotas por considerarlos estorbos, por improductivos, y caros de mantener, aunque hayan sido los que han producido durante muchos más años de los que les reste de vida, para que gente como Taro Aso se hayan enriquecido y ahora los insulten impunemente.